Un mundo sin barreras, entre todos podemos conseguirlo
Todos tenemos alguna discapacidad, en mayor o menor grado. Una lesión deportiva puede hacer que una persona sufra una minusvalía temporal que le haga valorar lo importante que son las normas básicas de accesibilidad que deben cumplir las edificaciones, tanto públicas como privadas. La eliminación de las barreras arquitectónicas debe convertirse en un objetivo de todos y no en mero requerimiento impuesto por las administraciones.
La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, define la discapacidad como una “condición bajo la cual ciertas personas presentan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, pueden impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, y en igualdad de condiciones con los demás”.
Esas desigualdades vienen dadas, en gran medida, por la dificultad que presentan los elementos de las edificaciones para las personas discapacitadas, por lesiones, enfermedades o edades avanzadas. Todos los ciudadanos podemos vernos en alguna de estas situaciones en algún momento de nuestras vidas.
Muchas de las personas que deciden construir una casa, ya piensan en habitaciones y baños adaptados para cuando se hagan mayores. Otros miran con detenimiento las facilidades de accesibilidad que tienen los edificios a la hora de elegir una vivienda. Es un asunto que no debe preocupar sólo a quienes ya necesiten estas adaptaciones arquitectónicas; a todos nos conviene que éstas barreras se eliminen y que la accesibilidad sea tomada en cuenta, desde el principio, en las obras nuevas.
En el aspecto práctico, puede que muchos no conozcamos cómo deben ser las viviendas y las zonas comunes para que sean realmente accesibles. No sólo hay que mirar ascensores y rampas, la medida de los accesos, las características de los suelos y las griferías son otros puntos que hay que tener en cuenta.
Para que los usuarios de sillas de ruedas puedan desplazarse con comodidad, los suelos deben tener un punto justo de dureza que no dificulte el deslizamiento. Las puertas deben ser ligeras y tener una anchura mínima de 80 centímetros. No son convenientes las alfombras ni las puertas giratorias. Los pomos estarán a una altura mínima de 90 centímetros y no deben ser redondos, sino de maneta o palanca, más fáciles de manipular, sobre todo, para personas con dificultades de movilidad en las manos.
En las escaleras pueden instalarse plataformas en las que se pueden subir las sillas de ruedas para salvar los tramos. También existen sillas elevadoras que pueden colocarse sin obras.
La medida interior de los ascensores debe ser de, al menos, 140 x 110 centímetros. No olvidemos que los botones de operación deberán estar en sobre-relieve. El tiempo de las paradas deberá ser suficiente para permitir la entrada o salida de una persona en silla de ruedas, invidente o con dificultades para caminar.
La plaza de garaje debe contar con áreas laterales adicionales de 120 centímetros. Todo edificio, público o privado, debe disponer de rampas y pasillos que permitan giros o cambios de sentido de una silla de ruedas y salidas de emergencia convenientemente señalizadas.
La superficie de las rampas debe ser antideslizante, en seco o mojado, y de un color o textura diferentes del resto del suelo, para que las personas invidentes o con poca visión puedan identificar el inicio y el fin de las mismas. Entre los ángulos de una rampa siempre debe haber descansos perfectamente horizontales, y debe contar con bordes laterales de protección, con una altura mínima de 10 centímetros y pasamanos a dos alturas (95 y 70 centímetros, para adultos y personas en sillas de ruedas o niños, respectivamente). Si al final de la rampa hay una puerta, debe existir un espacio que permita abrir la puerta en su totalidad y que, ya abierta, queden 120 centímetros libres.
Dentro de la vivienda, es importante que las calderas, las llaves de paso y los interruptores eléctricos estén situados a una altura de 90 centímetros. Las ventanas no deben estar demasiado altas. Para acceder al baño, se recomienda que la puerta abra hacia afuera o que sea corredera. Se debe facilitar el acceso al lavabo, instalando uno sin pie o pedestal, a una altura de 80 centímetros. Los accesorios, como jaboneras o toalleros, deben estar a una altura máxima de 120 centímetros, y el espejo del lavabo a 100 centímetros del suelo y con un ángulo de inclinación de 10º con respecto a la vertical.
Las griferías monomando son mucho más fáciles de utilizar, lo mismo que las duchas enrasadas, que dispongan de suelo antideslizante, un asiento de ducha adecuado y un asidero, resistente y de material antideslizante, que sirva como punto de apoyo, también conveniente junto al WC, que debe estar a una altura de 50 centímetros desde el nivel del suelo.
El dormitorio debe contar con un área lo suficientemente amplia como para permitir la rotación completa de una silla de ruedas. Conviene que la cama este levantada del suelo, al menos, 20 centímetros, y que disponga de asideros de apoyo que faciliten el desplazamiento desde la silla de ruedas.
Como veréis, estas medidas hacen que los espacios resulten más seguros, accesibles y cómodos para todos. La armonía es una condición que favorece la buena convivencia, y un espacio armónico es aquel que permite que todos podamos sentirnos a gusto de igual manera.
http://www.consumer.es/web/es/vivienda/comunidades_vecinos_y_legislacion/2004/03/31/140114.php